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Foto del escritorClaudio Guz

El juego como motor del cambio

Desde niños estamos intentando entender la realidad, tratando de encontrar explicaciones a los fenómenos de la naturaleza, a las acciones de otras personas, al funcionamiento de las cosas. Entender el medio que nos rodea y las relaciones entre los eventos y las teorías que nos hacemos para predecir o repetir esos eventos.

Los primeros aprendizajes que hacemos como niños los hacemos jugando. El juego nos permite explorar el mundo. Jugar es descubrir, jugar es aprender.

Se necesita ser creativo para realizar un salto cualitativo que conduzca a un cambio conceptual. El artista juega con la paleta de colores, juega con las texturas y las formas de la misma manera que un músico juega con las notas, los tiempos y los acordes, no en vano se dice “to play guitar”. Entonces en vez de decir: tocar la guitarra deberíamos decir: “jugar la guitarra” También el actor cuando sale a escena o sube al escenario juega un rol.

De la misma forma, jugamos el rol de padres, de hermano, jugamos el rol de maestros o de ejecutivos. Nuestra vida cotidiana nos hace jugar distintos roles.

El juego está en todos lados, en nuestro trabajo y en nuestra casa. Quizás no seamos conscientes de esto o no lo llamemos de esa forma, pero nos jugamos quienes somos día a día

Una negociación de un contrato puede ser analizada como un juego, también una conversación.

Para poder innovar es necesario hacer la pregunta ¿Qué pasaría si…? ¿Qué pasaría si la tierra no es el centro del universo? ¿Qué pasaría si viajamos a la velocidad de la luz? ¿Qué pasaría si mezclamos esto con aquello? ¿Qué pasaría si esto dejara de ser constante?

Los experimentos que hacemos desde niños hasta los que realizan los científicos tienen como motivación esa pregunta, ese juego especulativo, esa apertura a la imaginación, poner en tela de juicio los límites, cuestionar las reglas, dudar de los supuestos.

Esta actitud se potencia cuando se detectan anomalías, cuando algo no nos cierra, cuando hay una observación que no encaja en lo que debería suceder.

En los experimentos de Piaget, mediante preguntas, podía llevar a un niño a darse cuenta que sus teorías acerca de la conservación entraban en conflicto.

Siendo adultos y con nuestro esquema conceptual ya establecido se necesita mucho coraje y valentía para reconocer que debemos cambiar si la realidad no encaja. A veces la gente prefiere mantener una idea, aun siendo errada, que reconocer que estamos equivocados.

El humor a veces ayuda. Brown cuenta en su libro el caso de director ejecutivo qué reunió a los empleados en el auditorio de la empresa para hablar sobre un mal trimestre reciente, él mismo tomó la culpa por el desempeño de la empresa. Luego les dijo a los empleados que debajo de cada asiento había una pistola de dardos de juguete con dardos de espuma, y ​​los invitó a todos a dispararle. El aire se llenó de proyectiles amarillos voladores, y la atmósfera de la reunión se transformó por completo. El CEO prosiguió para explicar cómo iban a cambiar las cosas, por qué todo estaba va a estar bien. Pero el punto más importante de la charla fue no verbal. Los dardos de espuma les dijeron a todos que la situación no era tan grave. (Brown, 2009)

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